Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MENAGE A TROIS

Blonde: una novela sobre MM, JC Oaptes, p.420
Le había costado identificar a los hombres, aunque, naturalmente, los conocía: Cass Chaplin y Eddy G Robinson, hijos de padres célebres que los despreciaban, príncipes destronados. Eran pobres, pero vestían ropa cara. No tenían casa, pero vivían con lujo. Se rumoreaba que bebían en exceso y que consumían drogas peligrosas, pero quién lo diría al verlos: eran el prototipo perfecto del americano joven y viril. ¡ Cass Chaplin y Eddy G habían ido a buscarla! ¡La querían! A ella, a quien otros hombres despreciaban, usaban y tiraban corno si fuera un pañuelo de  papel. De acuerdo con la historia que los jóvenes contaban una y otra vez, Norma Jjeane llegó a la conclusión de que habían asistido a la fiesta del magnate de Texas con el único propósito de verla a ella.

Lo que no podía saber entonces era que harían posible mi vida. Que, entre muchas otras cosas, me permitirían interpretar a Rose. Uno de ellos la arrojó sobre la arena fría y húmeda,  compacta como si fuera tierra. Ella luchaba, riendo, con el vestido desgarrado y el portaligas y las medias de encaje negro, torcidos. El viento le alborotaba el pelo y le hacía llorar los ojos, de modo que no veía prácticamente nada. Cass Chaplin comenzó a besarla en la boca, primero con suavidad y luego con creciente pasión, metiéndole la lengua, recuperando el tiempo perdido. Nonna Jeane se abrazó a él desesperadamente, rodeándole la cabeza con los brazos, mientras Eddy G se arrodillaba para bajarle las bragas y por fin las desgarraba. La acarició con sus hábiles dedos, y con su lengua igualmente hábil la besó entre las piernas, frotando,  estregando, moviéndose a un ritmo vertiginoso; Norma Jane enlazó las piernas alrededor de los hombros y la cabeza del joven: comenzaba a balancear las cadera, estaba a punto de correrse, de modo que Eddy, rápido y ágil como si hubiera practicado esa maniobra muchas veces, se puso de cuclillas sobre ella mientras Cass adoptaba la misma postura sobre su cara, y los dos la penetraron: el delgado pene de Cass en la boca y el más grueso de Eddy en la vagina, empujando con rapidez y maestría hasta que la chica se puso a gritar como no había gritado nunca, como si fuera a morirse, abrazando a sus amantes en semejante paroxismo de emoción que más tarde todos reirían con pesar de la escena.

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