Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ENTROPIA

Pureza, Jonathan Franzen, 536
-En primer lugar -le dije--, el calor que usa la calefacción es el que sobra del motor. El consumo extra de gasolina es cero. Si hubieras conducido alguna vez, quizá lo sabrías. Para ser más exactos, conservar el calor en un entorno de frío nunca es eficiente.
-Eso es completamente falso.
-No, es cierto.
-Completamente falso. -Parecía ansioso por discutir--. Si estás calentando una casa, es mucho más eficiente mantener una temperatura de dieciséis grados toda la noche que subirla desde los cinco grados por la mañana. Mi padre siempre lo hacía en la dacha.
-Tu padre se equivocaba.
-;Era el principal economista de una nación grande e industrializada!
-Ya empiezo a entender mejor por qué la nación fracasó.
-Créeme, Tom. En esto te equivocas.

Daba la casualidad de que mi padre me había explicado la termodinámica de las calefacciones domésticas. Sin mencionarlo, advertí a Andreas que el índice de transferencia calórica es proporcional al diferencial de temperatura: cuanto más caliente está la casa, más profusamente se desangra al dispersar su calor en la noche fría. Andreas intentó rebatirlo con cálculos integrales, pero yo también recordaba esos fundamentos. Mantuvimos un forcejeo verbal mientras conducía. Aportó argumentos cada vez más esotéricos, negándose a aceptar que su padre no tenía razón. Cuando al final lo derroté, me di cuenta de que algo había   cambiado entre nosotros, como si la costura de nuestra amistad se hubiera reforzado. Parecía confundido y admirado a la vez. Hasta entonces, creo que no me había tenido en cuenta como posible adversario intelectual.

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