Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

HENRY JAMES SIGUE HABLANDO DE VIRGINIA

De Bloosbury, de Leon Edel, p. 204.205
Pocos días antes de la boda, Henry James fue a ver a Vanessa. «Supongo que sabe lo que hace», escribió a su amiga, la señora Clifford. Vanessa le había parecido “muy alegre, impaciente y casi tumultuosamente enamorada”. La señora Clifford le envió un juego de té florentino, James le regaló una antigua caja de plata “para las horquillas”. James añadió: «Ella y Clive van a quearse con la casa de Bloomsbury, y Virginia y Adrian tendrán que buscar un piso en algún sitio; a propósito, Virginia se ha convenido en una elegante, atractiva y casi “sutil” belleza.» A James le gustaba estar con ellos, pero también lo encontraba «extraño y terrible». Era demasiado consciente de su vejez, de la «avidez de la juventud por el futuro». «Lo que yo podía ver eran los fantasmas incluso a Thoby y Stella; cuanto más al viejo y querido Leslie, y la bella, pálida, trágica Julia ante los que, bastante lógicamente, se habían vuelto con despreocupación esas jóvenes espaldas.» James no aprobó nunca a Clive.
La alegría pertenecía a Vanessa y Clive. Virginia estaba abrumada por las elegías permanentes de su ser. Las dos hermanas y el marido-cuñado pasaron la última noche antes de la boda —nuestra última noche», la llamó Virginia—; escuchando Fidelio, de Beethoven, etérea expresión musical del amor, el éxtasis y la angustia. Clive y Vanessa se casaron en el Registro de St. Pancras y se marcharon a Manorbier, en Pembrokeshire, Gales, a pasar su luna de miel. Virginia se sintió «acallada y adormecida» —su reacción usual ante cualquier suceso definitivo—, pero ese sentimiento de terminación se suavizó al tener que ocuparse de su propio hogar con Adrian. Por el momento pudo decir, genuinamente “no me doy completa cuenta de lo que ha ocurrido”. Había perdido a un hermano, y su hermana se había distanciado de ella. Sin embargo, también ella les poseía. “Me siento madura y prosaica”, anunció, y reconoció sentir «una melancolía pasajera». También dijo: «quisiera que no me diga todo el mundo que me case».

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