Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 135. REDUCCION DE CONDENA / PATRICK MODIANO

Era la época en que las giras teatrales no se limitaban a recorrer Francia, Suiza y Bélgica, sino también el norte de África. Yo tenía diez años. Mi madre se había marchado de viaje para interpretar una obra y mi hermano y yo vivíamos en casa de unas amigas suyas, en un pueblecito de los alrededores de París.
Una casa de una planta, con la fachada de hiedra. Prolongaba el salón una de esas ventanas saledizas que los ingleses llaman bow-windows. Detrás de la vivienda un huerto con bancales. Al fondo de la primera terraza del vergel se hallaba, oculta bajo unas clemátides, la tumba del doctor Guillotin. ¿Habría vivido en esa casa? ¿Habría perfeccionado en ella su máquina de cortar cabezas? En la parte más lata del hormazo, dos manzanos y un peral.
Las plaquitas esmaltadas que colgaban de unas cadenitas de plata de las garrafas de licor, en el salón, llevaban inscritos unos nombres: IZARRA, SHERRY, CURAÇAO. La madreselva invadía el brocal del pozo, en medio del patio que precedía al huerto. El teléfono descansaba sobre un velador, muy cerca de una de las ventanas del salón.
Una verja protegía la fachada de la casa, ligeramente apartada de la calle del Doctor Dordaine. Un día habíamos pintado la verja trás haberla cubierto de minio. ¿Era

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