La inesperada verdad sobre los animales, Lucy Cooke, p. 230
Es famosa la asociación de las
cigüeñas a la fertilidad. En muchos países europeos se creía que una pareja que
tuviera un nido de cigüeñas cerca de su casa no tardaría en ser bendecida con
un bebé. Aún hoy, en Alemania, suele colocarse una reproducción de madera de
una cigüeña con un fardo en el pico en el exterior de las casas cuando acaba de
nacer un niño, y cuando una mujer se queda embarazada se dice que “una cigüeña
le ha picado en la pierna”. La popularidad de esta creencia puede generar
alguna que otra confusión. Recientemente, la cadena de televisión
estadounidense Fox News emitió una noticia sobre una pareja de alemanes que
habían acudido a una clínica de fertilidad porque no lograban tener hijos. Allí
les explicaron que para tener un bebé primero debían mantener relaciones
sexuales: ellos creían que bastaba con la cigüeña.
La reputación de estas grandes aves blancas como
portadoras de bebés tiene su origen en la cultura pagana. Las aves reaparecen cada
primavera, y generalmente esta era una estación abundante en nacimientos. El
solsticio de verano -el 21 de junio- era una festividad pagana tradicional que
celebraba el matrimonio y la fertilidad. Muchas relaciones amorosas se
iniciaban entonces, y nueve meses después llegaban los bebés resultantes, coincidiendo
con el retorno de las cigüeñas. Con el tiempo, los dos eventos pasaron a estar
interconectados, con el resultado de que la gente empezó a pensar que eran las
cigüeñas las que traían a los bebés.
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