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Tom avanzó con el mayor silencio
posible sobre el suelo de parquet, cruzó el umbral del cuarto de baño, se detuvo y escuchó.
Zz-zz-z-zz-zz-zz.
Las laboriosas bestezuelas
volvían a hacer de las suyas, aunque Tom aún podía oler el Rentokill que había
inyectado en sus agujeros de salida aquella misma tarde. Los bichos seguían serrando, como si los esfuerzos de Tom no
hubieran servido para nada. Echó un vistazo a la toalla de manos color rosa que
estaba doblada debajo de uno de los anaqueles de madera y vio que ya se habia
formado un minúsculo montoncito de serrín fino.
-¡Cerrad el pico! -exclamó Tom,
golpeando el armario con un puño.
Cerraron el pico. Silencio. Tom
se imaginó a los bichitos que empuñaban sierras haciendo una pausa. mirándose
unos a otros con aprensión, pero, al mismo tiempo, moviendo la cabeza -como si dijeran
e Ya ha ocurrido antes. Es el "amo" otra vez, pero se irá dentro de
un minuto:.. También a Tom le había ocurrido otras veces: si entraba en el
cuarto de baño con pasos normales, sin pensar siquiera en las carcomas, a veces
detectaba su zumbido antes de que ellas le detectasen a él. Sin embargo, si
daba un paso mal o abría un grifo, los bichitos permanecían callados durante
unos minutos. Heloise decía que Tom se tomaba el asunto demasiado en serio.
-Pasarán años antes de que hagan
caer el armario.
Pero a Tom le molestaba el hecho
de que le hubiesen derrotado las carcomas.
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