De A sangre y fuego, de Chaves Nogales, p.60
Siguió el auto su camino
descubriendo resquicios de ciudad en aquel hondón tenebroso hasta que se lo
tragó la distancia. El miliciano Pedro, arrastrando la culata del fusil por el
adoquinado, volvió a su portal y a su somnolencia. De la guerra y de la
revolución -pensaba- lo peor es el sueño que se tiene siempre. ¡Si se pudiera
dormir! La guerra y la revolución serían menos duras y menos crueles si los hombres
que las hacen hubieran dormido bien, a gusto, en una cama blanda y grande en la
que fuese posible estirar las piernas entre unas sábanas frescas. Cuando se tienen
los ojos como si fuesen de cristal y los párpados pesan como el plomo, cuando
se siente en la espalda corvada por la fatiga una punzada sutil, no cabe
andarse con contemplaciones. Había que ganar la guerra aunque no fuese más que
para poder dormir. Luego haríamos todo lo demás. Pero hay que hacerlo todo
ahora, sin quitarse nunca el correaje, sin dormir, sin pararse a pensar lo que
se hace. ¡Tantas cosas hay que hacer!
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