Mi hermana decía que fue "la época de los secretos", pero con el tiempo he llegado a la conclusión de que lo importante de aquellos años no era lo que había sino lo que faltaba. En una ocasión una de mis pacientes dijo: "Tengo fantasmas que deambulan dentro de mí, pero no siempre hablan. A veces no tienen nada que decir." Sarah solía entrecerrar los ojos o mantenerlos casi siempre cerrados porque temía que la luz la cegara. Creo que todos llevamos fantasmas dentro y que es preferible que hablen a que no lo hagan. Una vez muerto mi padre, ya no pude volver a conversar con él en persona, pero continúe haciéndolo en mi mente. No dejaba de verlo en sueños ni de oír sus palabras. Sin embargo, lo que habría de mantenerme ocupado durante un largo periodo de mi vida fue lo que nunca nos dijo, lo que nunca nos contó. Al final resultó que él no era la única persona que guardaba secretos.Fue el seis de enero, cuatro días después de su entierro, cuando Inga y yo encontramos la carta en su estudio.
Nos habíamos quedado en Minnesota con nuestra madre para ocuparnos de revisar los papeles de nuestro padre y ver qué había que conservar y qué había que tirar. Sabíamos
2 comentarios:
Me ha decepcionado esta novela después de lo mucho que me gustó Todo cuanto amé. Parece que se le terminó un poco la inspiración. En mi blog explico con más detalle algo sobre el libro. Un saludo
Es bueno el libro; me recordó al primer Auster.
Pincio
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