Los papeles de Aspern, por Henry James, Traducción de María Antonia Oyuela, Emecé Editores,
En un breve ensayo sobre HJ, Somerset Maugham relata un encuentro en Boston con el novelista y la agitación casi frenética de éste ante las posibildades de muerte, mutilación o aplastamiento que podía correr su visitante en el acto de ascender al omnibús de vuelta. "Le aseguré que estaba perfectamente habituado a subir al omnibús -cuenta SM-, a lo que me replicó que no era ese el caso tratándose de un monibús americano; a éstos los disti´nguía un salvajismo, una inhumanidad, una violencia que excedía lo concebible. me sentí tan contagiado por su ansiedad, que cuando el coche se detuvo y salté a él tuve casi la sensación de que había escapado milagrosamente de una horrible muerte..."
Si la anécdota muestra a un James tenso y azorado ante una situación cotidiana como la narrada, vale simbólicamente para recordar hasta qué punto la tensión interna de su labor creadora se propaga y contagia del mismo modo al lector menos dispuesto, le transfiere con implacable insistencia las valoraciones especialísimas del narrador, la presencia en primer plano de elementos en apariencia menores, la esfumadira de las líneas capitales, la creación od escubrimiento de cierta realidad donde las cosas echana valer de nuevo, de otra manera, siempre con una calidad propia y escondida que la meyéutica de HJ busca y expone.
Si Los papeles de Aspern carecen de la corrosiva desintegración de los real -palabra más que nunca provisoria- que hace de The turn of the Screw una experiencia poco igualada en la literatura, su acción discurre, en cambio, paralela al perfil de ciertos hechos, cierats cosas ya ctitudes que están ya corroídas y desintegradas, sin necesidad de que el novelista vaya más allá de la contemplación y de la crónica. En una Venecia con color de pergamino y olores marchitos, la triste y trágica persecución de las cartas de amor del poeta Aspern será, alegóricamente, la triste y trágica obstinación en un ideal que sucumbió con un momento de cultura, con un agotado estilo de vida cuya última llama fue el talento y la obra de HJ.
Por eso Tina, la indefensa, conmovedora heroína, casi burlesca a fuerza de ternura mal colocada y ansiedad anacrónica, aparece en el relato con los atributos más sutiles de su creador: ella es HJ como madame Bovary fue Flaubert. En el ensayo antes citado, SM sentencia que HJ "no llegó a ser un gran escritor porque su experiencia era inadecuada y sus simpatías imperfectas". Así, exactamente así, es Tina en su profunda casa de Venecia; de esas simpatías y experiencias incompletas nace siempre lo mejor de la literatura -que es ansiedad infinita por completarlas y volverlas perfectas.
Obras completas VI, Obra crítica / Julio Cortázar. p.182
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