Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BAKUNIN


Hacia la estación de Finlandia, p. 330
Solo tiene una idea: la revolución; ha roto con todas las leyes y códigos morales del mundo civilizado. Si vive en ese mundo y pretende formar parte de él, solo lo hace con el propósito de destruirlo más fácilmente; debe odiar por igual todo lo que lo constituya. Debe ser frío: tiene que estar dispuesto a morir, tiene que aprender a soportar la tortura y tiene que ser capaz de ahogar todos sus sentimientos, incluso el del honor, en cuanto se interfieran con su objetivo. Únicamente puede llegar a sentir amistad hacia aquellos que sirven a su causa; los revolucionarios de inferior categoría serán para él un capital del que disponer. Si un camarada se encuentra en una dificultad, su suerte se decidirá calculando tanto su utilidad como el gasto de fuerza revolucionaria necesaria para salvarle. En cuanto a la sociedad establecida, el revolucionario debe clasificar los miembros de esta en función no de su infamia personal, sino del daño que puedan hacer a la causa revolucionaria. Los más peligrosos deben ser inmediatamente eliminados; existen, sin embargo, otras personas que,si se les deja en libertad durante un tiempo, beneficiarán los intereses de la revolución perpetrando actos brutales que indignarán al pueblo; o que pueden ser utilizadas en bien de la causa por medio del chantaje y de la intimidación. Los liberales deben ser explotados haciéndolos creer que uno acepta su programa, a fin de comprometerlos a renglón seguido e implicarlos en el programa  revolucionario. Se debe impulsar a otros radicales a que hagan cosas que: destruirán completamente a la mayoría de ellos, pero que convertirán, en verdaderos revolucionarios a los restantes. La única finalidad del revolucionario es la libertad y felicidad de los trabajadores manual, pero, persuadido de que este objetivo solo se realizará mediante una revolución del pueblo totalmente destructora, favorecerá con todas sus fuerzas el progreso de los males que agoten la paciencia del pueblo. Los rusos deben repudiar categóricamente el modelo clásico revolución de moda en los países occidentales, que hace concesiones a la propiedad y al orden social tradicional de la pretendida civilización y moral y que solo busca sustituir un Estado por otro; así pues revolucionario ruso debe abolir el Estado con todas sus tradiciones, instituciones y clases. En consecuencia, el grupo que fomenta la revolución no tratará de imponer al pueblo ninguna organización política desde arriba: la organización de la sociedad futura surgirá sin pueblo mismo. Nuestra tarea es simplemente la destrucción, terrible, completa, universal y despiadada; y para alcanzar este objetivo debemos unirnos no solo con los elementos  recalcitrantes de las masas, sino también con el audaz mundo de los bandidos, los Únicos  revolucionarios auténticos de Rusia.» Es preciso añadir que, en aquella época, Bakunin solía expresar su· admiración por los jesuitas y hablaba-todo un presagio--de seguir su ejemplo

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