Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SAINETE EN EL TRIBUNAL


¿Este es Kafka?, Reiner Stach, p. 157

Se contaba, por ejemplo, la siguiente anécdota, que tenía muchas apariencias de verdad. Un viejo funcionario, señor bondadoso y tranquilo, tenía un asunto difícil, que se había complicado sobre todo por las peticiones de los abogados, y lo había estudiado sin interrupción un día y una noche enteros; esos funcionarios son realmente diligentes como nadie. Al llegar la mañana, después de veinticuatro horas de un trabajo probablemente no muy fructuoso, fue a la puerta de entrada, se escondió allí y empezó a lanzar escaleras abajo a todos los abogados que pretendían entrar. Los abogados se congregaron abajo en el descansillo y deliberaron sobre lo que debían hacer; por una parte, no tenían verdadero derecho a ser admitidos, por lo que difícilmente podían emprender jurídicamente acción alguna contra el funcionario, y debían guardarse también, como ya se ha dicho, de indisponerse con el cuerpo de funcionarios. Por otra, sin embargo, todo día no pasado en el tribunal era para ellos un día perdido, de ahí su interés por entrar. Finalmente, se pusieron de acuerdo en fatigar al viejo funcionario. Una y otravez enviaban a un abogado, que subía corriendo la escalera y entonces, ofreciendo la mayor resistencia posible, aunque pasiva, se  dejaba arrojar escaleras abajo, en donde era recogido por sus compañeros. Eso duró alrededor de una hora, momento en que el viejo funcionario, que estaba ya agotado por su trabajo nocturno, se cansó realmente y regresó a su oficina. Los de abajo no querían creérselo al principio y enviaron primero a uno para que mirase tras la puerta y se asegurase de que no había realmente nadie. Sólo entonces entraron, sin atreverse probablemente a refunfuñar siquiera.


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