Te quiero más que a la salvación de mi alma

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Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA MUJER SURREALISTA


Cómo ordenar una biblioteca, Roberto Calasso, p. 92

Uno podría preguntarse cuándo y cómo apareció ese personaje numinoso y ominoso que fue la mujer surrealista. Encontramos un punto de partida en la página 17 del primer número de La Révolution Surréaliste: una secuencia de pequeñas fotos cuadradas de veintiocho hombres jóvenes, en orden alfabético. En el centro, más grande y también en formato cuadrado, la foto de una mujer sin nombre. Abajo se lee, en cursiva: “La mujer es el ser que proyecta la sombra más grande o la luz más grande en nuestros sueños. Ch. B.”, es decir, Charles Baudelaire, el primero de los videntes.

¿Quiénes son los veintiocho hombres? Los surrealistas del momento, junto a tres de sus altos protectores: Freud, De Chirico y Picasso. En segundo lugar, en la secuencia, Artaud, “bello como una ola, simpático como una catástrofe”, según Simone Kahn, la mujer de Ereton. A continuación, Crevel, “el más apuesto de los surrealistas”; Carrive, el más joven (tiene dieciséis años); los últimos son Man Ray y Savinio.

¿Quién es la mujer que aparece en el centro, en una foto como de prontuario policial? Mirada melancólica y dolorida. Es Germaine Berton, hoy definida por las enciclopedias como “obrera, sindicalista, anarquista”. El22 de enero de 1923 había matado de un balazo a Marius Platean en la sede de Action française, de la que era secretario. Asesinado por error. La autora del  atentado buscaba a alguien de mayor rango, Maurras o Léon Daudet -los jefes políticos, además de influyentes literatos.

Durante el juicio por el asesinato, Aragon escribió, para defender a la imputada, que era legítimo «recurrir a medios terroristas, en particular al asesinato, para salvaguardar, con el riesgo de perderlo todo, lo que parece -con razón o sin ella- como lo más precioso del mundo”. Germaine Berton fue absuelta en 1924 y se dedicó a dar una serie de conferencias, que resultaron tumultuosas y provocaron nuevamente su arresto. No se sabe mucho más de su vida posterior; se suicidó en 1942.

La mujer surrealista surgía con un halo de sangre y de muerte. Existía, sin embargo, una imagen alternativa. También en el primer número de La Révolution Surréaliste, en la página 4, se reproducía la magnífica foto tomada por Man Ray del torso desnudo y acéfalo de Lee Miller, rayado de sombras. La mujer surrealista estaba compuesta de la mirada alarmante de Germaine Berton y del torso reconocible de Lee Miller.


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