Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FABULA CHINA


Babel contra Babel, Ferlosio, p. 653
Mi padre me contó una vez una fábula china que es para mí -por encubrir púdicamente en la barata y estereotipada expresión inglesa una declaración tan enfáticamente subjetiva- the most wonderful tale I ever heard-, pero de la que ni él me llegó a decir la fuente ni la época, ni nada he vuelto a saber después por ningún otro conducto. El emperador de la China quería inmensamente a una única hija que tenía y, temeroso de darla en matrimonio a un hombre que la hiciese sufrir, ordenó a los mandarines que recorriesen el imperio y encontrasen al joven que tuviese el rostro de la perfecta santidad. Al fin, de entre todos los aspirantes que de las más apartadas regiones de la China fueron traídos a la corte, se eligió al que acabó siendo dado en matrimonio a la hija del emperador, a la que, no defraudando la elección, supo, en efecto, hacer siempre dichosa, viviendo con ella amorosa y santamente hasta el fin de sus días. Mas cuando estaba siendo amortajado y adornado para. la sepultura, un cortesano notó junto a su sien, con la yema de los dedos, el borde de una delgadísima máscara de oro que cubría su rostro. “¡Ha prevaricado¡”, gritó el mandarín, al tiempo que arrancaba de un golpe la máscara, para hacer manifiesta la terrible y sacrílega impostura; pero cuál no sería el asombro y la admiración de todos los presentes al ver que el semblante que entonces se mostró a sus ojos tenia las facciones absolutamente idénticas a las de la máscara.
(En la foto Mishima)

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