Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 889. NEMESIS / PHILIP ROTH


El primer caso de polio de aquel verano se produjo a comienzos de junio, poco después del Día de los Caídos, en un barrio italiano pobre que estaba en el otro extremo de la población donde nosotros vivíamos. En el ángulo sudoeste de la ciudad, en el barrio judío de Weequahic, apenas nos enteramos, como tampoco oímos hablar de la siguiente serie de casos desperdigados por casi todos los barrios de Newark excepto el nuestro. Hubo que esperar a la festividad del Cuatro de Julio, cuando ya se habían registrado cuarenta casos en la ciudad, para que en la primera plana del periódico vespertino apareciera una noticia titulada “Las autoridades sanitarias alertan a los padres sobre la polio”, donde se citaba al doctor William Kittell, inspector del Consejo de Sanidad, quien había prevenido a los padres para que observaran detenidamente a sus hijos y, en caso de que un niño mostrara síntomas como dolor de cabeza, garganta irritada, náuseas, rigidez de cuello, dolor en las articulaciones o fiebre se pusieran en contacto con el médico. Aunque el doctor Kittell reconocía que cuarenta casos de polio eran más del doble de los que solían producirse al comienzo de la temporada, quería dejar claro que aquella ciudad de 429.000 habitantes en modo alguno sufría lo que podría considerarse una epidemia de poliomielitis. Aquel verano, como todos, había motivos de preocupación, y era necesario adoptar las medidas higiénicas apropiadas, pero aún no había razones para que cundiera la alarma que, veintiocho años atrás, habían mostrado los padres durante el brote más largo de la enfermedad jamás producido

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