Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MERECIDO DESCANSO

Páginas escogidas, Rafael Sánchez Ferlosio, p. 350
Siempre he pensado que esas prosas y decires inevitablemente improvisados eran una fuente especialmente indicada para llegar a percibir la ideología imperante. Mi recurso, a este   Respecto, no consiste en mirar por detrás ni por debajo de tal o cual aparición singular de un determinado estereotipo rutinario, sino en mantenerme en la mera superficie, con la atención despierta para arrimar entre sí distintas recurrencias en textos separados que presenten una cierta relación de analogía perceptible. Aplicando aquí términos propios de la medicina, podría decirse que mi tratamiento no es, en modo alguno, «etiológico», sino estrictamente «sintomático”. No cabe duda de que este inevitable vicio de la «superficialidad”, de no buscar jamás un “fondo”, no es, en modo alguno, el único método posible ni acaso el más recomendable, pero aparte de que no sabría ofrecer otro, no lo encuentro inútil.

Lo ilustraré con un ejemplo sumamente genérico: a cada paso estamos leyendo el estereotipo de «un merecido descanso”, fórmula tan manida que ya ni siquiera detenemos el oído. Pero si este estereotipo se nos viene de pronto a la memoria al leer en otros textos diferentes otras dos expresiones parecidas y no menos rutinarias, como «una sana alegría» o «un honesto esparcimiento” salta al instante el timbre que nos advierte de la eventual presencia de una posible ideología. ¿Por qué -nos preguntarmos- el  descanso tiene que ser «merecido>>, la alegría tiene que ser «sana» y el esparcimiento tiene que ser «honesto»? Debe de haber una mentalidad para la que esas tres cosas sólo son tolerables si vienen avaladas por una justificación moral. La prueba inversa, que confirma la sospecha, está en el hecho de que a ninguna de las tres cosas contrarias, a saber: el cansancio, la tristeza y el aburrimiento, se les exija, en absoluto, alguna suerte de justificación moral equivalente. A mi entender, el caso pone de manifiesto la acrisolada pervivencia de una mentalidad para la que todo lo placentero, corno el descanso, la alegría y el esparcimiento, sólo es lícito cuando está moralmente justificado. De manera que los tres estereotipos recogidos: «un merecido descanso», “una sana alegría” y “un honesto esparcimiento», serían improntas dejadas en el habla por una añeja tradición de ideología represora.

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