En 1959, Florence Green pasaba de
vez en cuando alguna noche en la que no estaba segura de si había dormido o no.
Se debía a la preocupación que tenía sobre si comprar Old House, una pequeña
propiedad con su propio cobertizo en primera línea de playa, para abrir la
única librería de Hardborough. Probablemente era esa incertidumbre lo que la
mantenía despierta. Una vez había visto volar por encima del estuario a una
garza que intentaba, mientras estaba en el aire, tragarse una anguila que
acababa de pescar. La anguila, a su vez, luchaba por escapar del gaznate de la
garza, y se le veía un cuarto, la mitad o, en ocasiones, tres cuartos del
cuerpo colgando. La indecisión que expresaban ambas criaturas era lastimosa. Se
habían propuesto demasiado.
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