Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FARISEISMO

Páginas escogidas, Rafael Sánchez Ferlosio, p. 135
Apenas quedan indicios residuales de la predicación de cualidad; casi tan sólo se dice ya sí o no, como Cristo nos enseña y «como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo». O, más bien, sólo no, pues el acto de afirmací6n, que les es tan característico, carece de luz propia, y el efecto óptico de un resplandor sólo se logra llevando al absoluto la negrura de las tinieblas exteriores. Al propio tiempo, y para el mismo efecto, el límite divisorio tiene que ser neto, sin graduación alguna, de suerte que los otros tienen que ser todos igualmente otros, igual de absolutamente otros y execrables: hay que hacer un abismo. Por eso necesitan sentirse rodeados de conjuras, de insidias, de traidores, enanos, gusanos, sapos, ratas, ratas bípedas (Señor, ¿cómo no habrá siquiera alguna rata o sapo que sean casi un ratón, casi una rana?), ciénagas, lodazales, muladares, alcantarillas, cloacas, moncloacas, que uno no sabe qué encuentran todavía en España a amar, corno no sea a sí mismos y a su propia fabulación y alegoría. (Por cierto que esta espléndida floración conceptual de la nueva intelectualidad de derechas española no resulta de rápida y fácil asimilación para mentes más sencillas y menos preparadas, y aun da lugar a pequeñas confusiones, como la de un corresponsal de la presse du coeur de El Imparcial, que escribía que España se había vuelto una “alcantarilla de cloacas”.) Necesitan sentirse solos, porque sentirse solos es sentirse únicos, los únicos legítimos, los únicos verdaderos, “fuera, al aire libre, en vigilia tensa y fervorosa, arma al brazo y en lo alto las estrellas”, puros y elegidos, nítidos y erectos, verticales y exactos.

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