Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

VACACIONES EN EL OESTE

DF Wallace portátil, p. 429-430wall
Tengo una teoría: las vacaciones de verano de los habitantes de las megalópolis de la Costa Este son literalmente alejamientos, huidas: de las multitudes, del ruido, del calor, la suciedad y el hastío neuronal producido por el exceso de estímulos. De ahí las escapadas extáticas a las montañas, los lagos resplandecientes, las cabañas y las caminatas por bosques silenciosos. Alejarse de Todo. La mayoría de la gente de la Costa Este ya ve bastante gente y cosas estimulantes de lunes a viernes, gracias. Ya hacen bastantes colas, ya compran bastantes cosas, ya se dan de codazos con bastante gente y ya ven bastantes espectáculos. Avenidas iluminadas con luces de neón. Coches descapotables con equipos de sonido de cien vatios. Personajes grotescos en los transportes públicos. Espectáculos en todas las esquinas de la ciudad prácticamente agarrándote de las solapas exigiendo tu atención. El paréntesis existencial en la Costa Este, por tanto, consiste en alguna clase de escapada de los confines y los estímulos ... silencio, panoramas rústicos carentes de movimientos, un giro introspectivo: alejarse. Esto no pasa en d Medio Oeste rural. Aquí uno ya está lejos todo el tiempo. La tierra es grande. Llana como una mesa de billar. Los horizontes se extienden en todas direcciones. Incluso en la comparativamente urbana Springfield, las casas están tremendamente alejadas, los jardines son enormes, comparados con Boston o Filadelfia. Aquí uno siempre tiene asiento en los transportes públicos, los parques son del tamaño de aeropuertos; la hora punta del tráfico consiste en hacer una pausa de dos segundos frente a la señal de stop. Y las granjas en sí son espacios enormes, silenciosos, básicamente vacíos: uno no puede ver a su vecino. Por esta razón, d impulso vacacional en el Illinois rural es el acercamiento. De ahí el ansia física de juntarse, de ser uno, de fundirse y ser parte de la multitud. De ver algo más que tierra, maíz, televisión por satélite y la cara de tu mujer. Las multitudes aquí son una especie de lamparilla de noche para adultos. De ahí la naturaleza sagrada del Espectáculo, del Evento Público. El fútbol en el instituto, la vida social en la iglesia, la liga local, los desfiles, el bingo, el día de mercado, la Feria Estatal. Todo se magnifica y se profundiza. Hay algo en la gente del Medio Oeste que se acciona en los eventos públicos. Aquí puede verse. Las caras en este océano de raras son como las caras de los niños a los que han dejado salir de sus habitaciones. La retórica del gobernador Edgar sobre el espíritu del estado resulta creíble. El verdadero espectáculo que nos atrae aquí somos nosotros mismos. Las exhibiciones orgullosas, las avenidas que las separan y las casetas con ofertas especiales que flanquean las avenidas no son tan importantes como ese Nosotros mayor que la suma de las partes que camina con dificultad codo con codo, empujando cochecitos y regalándose los sentidos, gastando meses de atención ahorrada. Una inversión exacta de la retirada estival de la gente de la Costa Este.

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