Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA PERSONA DEPRIMIDA

David Foster Wallace portátil, p. 203
Así pues, dijo la persona deprimida con la voz temblorosa de emoción, ahora le estaba suplicando a su amiga de más confianza que le revelara su opinión más íntima sobre la  capacidad para mostrar cariño humano que existía en la “personalidad” o “espíritu” de la persona deprimida. Necesitaba alguna respuesta, lloriqueó la persona deprimida, incluso si aquella respuesta era parcialmente negativa, hiriente, traumática y tenía el potencial o la capacidad de sacarla de sus casillas emocionales de una vez por todas -incluso, alegó, si aquella respuesta no iba más allá del nivel fríamente intelectual o “mental” de descripción verbal objetiva, se conformaría incluso con aquello, prometió, encorvada y temblando en posición cuasifetal en la silla ergonómica del cubículo de su estación de trabajo-, de modo que ahora apremió a su amiga terminalmente enferma a que siguiera adelante, a que no se callara nada, a que no se contuviera, a que se lo soltara todo: ¿qué palabras y qué términos podían aplicarse para describir y juzgar una esponja. ¿Y un vacío emocional infinito tan solipsista y obsesionada consigo misma como al parecer era ella? ¿Cómo podía ella discernir o describir -incluso ante sí misma, mirando hacia dentro y enfrentándose consigo misma- lo que decía de ella todo lo que había aprendido con tanto dolor?
En la imagen Ofelia

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