Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

K.

DF Wallace portátil, p. 595
Lo que los relatos de Kafka tienen es más bien una grotesca, magnífica y completamente moderna complejidad, una ambivalencia que se convierte en la lógica multivalente inclusiva del, entre comillas, “inconsciente”, que yo personalmente creo que no es más que una forma sofisticada de llamar al alma. El humor de Kafka -que no solo no es neurótico sino que es antineurótico, heroicamente cuerdo- es, en última instancia, humor religioso, pero religioso al estilo de Kierkegaard y Rilke y los Salmos, una espiritualidad desgarradora contra la cual hasta la gracia sanguinaria de la señora O'Connor parece un poco facil, y las almas en juego prefabricadas.
Y es esto, creo yo, lo que hace que el ingenio de Kafka sea inaccesible para unos niños a quienes nuestra cultura ha educado para que vean las bromas como entretenimiento y el entretenimiento como algo reconfortante.3 No es que los estudiantes no “pillen” el humor de Kafka, sino que los hemos enseñado a ver el humor como algo que se pilla, de la misma forma que les enseñamos que el “yo” es algo que se tiene sin más. No es de extrañar que no puedan apreciar el chiste que hay en el centro mismo de Kafka: que la horrible pugna por establecer un “yo” humano resulta en un “yo” cuya humanidad es inseparable de  esa pugna horrible. Que nuestro viaje interminable e imposible hacia el hogar es de hecho nuestro hogar. Es difícil de explicar con palabras cuando uno está frente a la pizarra, créanme. Se les puede decir a los alumnos que tal vez sea bueno que no cepillen a Kafka. Se les puede pedir que imaginen que sus relatos tratan todos de una especie de puerta. Que nos imaginemos acercándonos y llamando a esa puerta, cada vez más fuerte, llamando y llamando, no solo deseando que nos dejen entrar sino también necesitándolo; no sabemos qué es pero lo sentimos, esa  desesperación total por entrar, por llamar y dar porrazos y patadas. Y que por fin esa puerta se abre ... y se abre hacia fuera: que durante todo el tiempo ya estábamos dentro de lo que queríamos. Das ist komisch.
3. Probablemente se podrían escribir libros enteros de la Johns Hopkins University Press sobre la función tranquilizadora que el humor desempeña en la psique americana de hoy día. Una fora tosca de explicar todo este asunto es que nuestra cultura es, tanto a nivel histórico como de desarrollo, adolescente. Y como es sabido que la adolescencia es el periodo más estresante y temible del desarrollo humano –esa fase en que la condición adulta que aseguramos poseer empieza a presentarse como un sistema real y cada vez más estrecho de responsabilidades y limitaciones (los impuestos, la muerte) Y en que ansiamos interiormente un retorno a la misma paz infantil de la que fingíamos burlarnos-.* no resulta difícil ver por qué en cuanto cultura somos tan susceptibles a un arte y un ocio cuya función primaria es la evasión, es decir, la fantasía, la adrenalina, el espectáculo, el romance, etcétera. Los chistes son una forma de arte, y debido a que la mayoría de los americanos llegamos hoy día al arte pan escapar de nosotros mismos -para fingir durante un rato que no somos ratones y que las paredes son paralelas y que podemos dejar atrás al gato-, es comprensible que la mayoría de nosotros vayamos a considerar “Una pequeña fabula” como algo que no es gracioso en absoluto, o que tal vez incluso lo veamos como un ejemplo repulsivo de esa misma clase de realidad deprimente compuesta por los impuestos y la muerte de la que el humor “de verdad” sirve como respiro.

* (¿Creen ustedes que es coincidencia que la universidad sea el sitio donde muchos americanos dediquen más tiempo en sus vidas a follar y caerse borracho y montar ti estas extáticas de tipo dionisiaco? N o lo es. Los estudiantes universitarios son adolescentes, y están aterrados, y están afrontando su terror de una forma distintivamente americana. Esos chicos desnudos que cuelgan cabeza abajo de las ventanas de los edificios de sus fraternidades los viernes por la noche están simplemente intentando comprar unas cuantas horas de evasión de esas lúgubres cosas de adultos en las que cualquier facultad decente lleva toda la semana obligándoles a pensar.)

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