DF Wallace portátil, p. 591
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LO
GRACIOSO QUE ES KAFKA, DE LOS CUALES PROBABLEMENTE NO HE QUITADO BASTANTE
Una de las razones de que esté
dispuesto a hablar en público sobre un tema para el que estoy extremadamente
poco cualificado es que me otorga la oportunidad de leer para ustedes un relato
de Kafka que ya he dejado de enseñar en las clases de literatura y que echo de
menos poder leer en voz alta. Se titula “Una pequeña fabula”:
-Caramba -dijo el ratón-, el
mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que me daba
miedo. Yo corrí y corrí sin parar y me alegré de ver por fin las paredes
lejanas a un lado y a otro. Pero esas largas paredes se han estrechado tan
deprisa que ya estoy en el último cuarto, y ahí en el rincón está la trampa en
la que tengo que meterme.
-Solo tienes que cambiar de
dirección -dijo el gato, y se lo comió.
Algo que a mí me frustra
rotundamente cuando estoy intentando leer a Kafka ante estudiantes
universitarios es que me resulta casi imposible hacerles ver que Kafka es
gracioso. O apreciar la forma en que el humor está entremezclado con la
poderosa fuerza de sus relatos. Porque, por supuesto, los grandes relatos y los
grandes chistes tienen mucho en común. Los dos dependen de lo que los teóricos
de la comunicación llaman a veces “exformación”, que es cierta cantidad de
información vital eliminada de una comunicación pero evocada por la misma de
tal manera que causa una explosión de conexiones asociativas con el receptor.
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