Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BUEN FIN DE SEMANA

De Otoño en Madrid hacia 1950 de J. Benet

En otro momento me veo haciendo el inventario trimestral del almacén de la cocina de oficiales y, entre otras cosas, obligado a contar los huevos que contenía un enorme cesto de mimbre. Ante el miramiento con que, temeroso de romper uno, inicié la operación, el sargento me reprendió: “Esta visto que nunca has contado huevos” “No, sargento mío” “Te he dicho mil puñeteras veces que no me llames sargento mío, que parece cosa de maricones, a la próxima te mando a la preven” “Está bien, pero sepa que está permitido – y a veces es aconsejable- colocar el pronombre después del sustantivo” “Déjame de leches y a ver si aprendes a contar huevos. En el ejército se aprenden cosas que no se enseñan en ninguna parte” “¿Cómo por ejemplo contar huevos” “Exacto, cosas útiles que sirven para la vida. Los huevos se cuentan por medias docenas, a ver si te enteras, cogiendo tres en cada mano. Así” “¿Y qué hago con los que ya he contado?” “Trae aquel otro cesto y los vas poniendo ahí ¿entendido? Ah, los reclutas no sabeis nada de la vida. Y tú mucho ingeniero pero no sabes contar huevos” Y se fue, dejándome indefenso ante uno de los problemas más irresolubles que entonces se me hubiera planteado, pues ¿cómo introducir en el fondo de aquel cesto, ocupadas ambas manos, los seis huevos. La solución para otro momento)

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