Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SOBRE CIERTAS AMISTADES

De Confesiones del estafador Félix Krull, de Thomas Mann, p.232
En nuestros paseos admiraba yo en mayor medida que él los amplios y magníficos escenarios de París, ciertas gloriosas perspectiva de increíble distinción y brillo, y no podía sino recordar a mi pobre padre y la manera casi desfalleciente con que solía decir: Magnifique, magnifique! Pero como sin embargo no daba expresión ruidosa a mi admiración, mi compañero no distinguía diferencia alguna en la sensibilidad de nuestras almas. Lo que tuvo que ir advirtiendo en cambio poco a poco fue que, por modo para él enigmático, nuestra amistad no progresaba y que entre nosotros no había verdadera intimidad y confianza, lo cual se debía sencillamente a mi carácter taciturno y a mi natural inclinación a la reserva, a esa condición mía  de amar la soledad, el estar aislado de los demás, cualidad que la mencioné más arriba y que considero uno de los elementos fundamentales de mi vida, un elemento que, aun cuando lo hubiera deseado, no habría podido alterar.

Siempre ocurre así con hombres que sienten, no tanto con orgullo como con asentimiento, que el destino les depara algo especial, y ese sentimiento crea alrededor de ellos una atmósfera o irradiación de frialdad en la cual, cosa que ellos mismos casi lamentan, sinceros ofrecimientos de amistad y camaradería, sin que se sepa como, fracasan. Así nos ocurría a Stanko y a mí. De su parte no faltaba confianza y sin embargo no podía dejar de ver que yo más se la toleraba que le respondía con la mía. 

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