Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 371. LO QUE MAISIE SABIA / HENRY JAMES

El litigio había parecido interminable y de hecho había sido complicado; pero por una sentencia en segunda instancia quedó ratificado el dictamen del tribunal de divorcios en lo tocante a la custodia de la niña. El padre, que, aunque enlodado de pies a cabeza, habla conseguido que se fallara a su favor, fue designado, en razón de su triunfo, para hacerse cargo de la custodia: no era tanto que la reputación de la madre hubiese resultado más absolutamente deteriorada cuanto que en d resplandor del cutis de una dama (y el de esta dama, entre el tribunal, habla sido ampliamente comentado) las manchas podían resaltar más claramente por contraste. Empero, agregada a la segunda sentencia habla una cláusula que mermaba, a ojos de Beale Farange, su deleite: la orden de reembolsarle a su exmujer las dos mil seiscientas libras que hacia unos tres años ella había soltado, como se lo denominó, para la crianza de la niña y precisamente entendiéndose –tal como quedó probado-- que él se  abstendría de iniciar trámites de divorcio: una suma de la que él habla dispuesto y de la que no estaba en condiciones de rendir la menor cuenta. Para el resentimiento de Ida no fue pequeño bálsamo la obligación así impuesta sobre su adversario: extrajo parte del aguijón de su derrota y manifiestamente obligó al señor Farange a bajar la cresta. A éste le fue imposible rescatar d dinero o conseguir un empréstito en modo alguno; conque tras una disputa apenas menos pública y apenas más educada que el primer enfrentamiento, la única salida que él le vio a su atolladero fue un acuerdo propuesto por sus propios asesores legales y finalmente aceptado por los de ella.

La deuda le fue condonada merced a este acuerdo y la niña fue repartida siguiendo un método digno del tribunal de Salomón. Se la dividió en dos y las dos mitades se repartieron  equitativamente entre los disputantes. La tendrían consigo, por turnos, seis meses cada uno: la niña pasaría la mitad del año con cada uno de ellos. Esto pareció una extraña resolución judicial a ojos de aquéllos que aún estaban parpadeando ante la feroz luz arrojada desde el tribunal: una luz a la cual ninguno de los dos progenitores habla figurado en absoluto como un ejemplo edificante para la infancia y la inocencia. Lo que se habría podido esperar después de las pruebas aportadas había sido la designación, in loco parentis, de alguna idónea tercera persona, algún amigo respetable o por lo menos presentable. Por lo visto, empero, el circulo de los Farange había sido rastreado en vano en busca de tal adorno; conque la única solución que al final pudo allanar todas las dificultades fue, exceptuando ingresar a Maisie en un orfanato, la repartición del ejercicio de la tutela de la forma que ya he constatado. 

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