Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.528. DIA / MICHAEL CUNNINGHAM


A estas horas tan tempranas el East River adquiere una fina capa traslúcida, una piel brillante y acerada que parece flotar sobre el río mismo a medida que el agua pasa del negro nocturno al profundo verde opaco del día siguiente. Las luces del puente de Brooklyn empalidecen contra el cielo. Un hombre sube la persiana metálica de su taller de reparación de calzado. Una corredora joven con coleta pasa al lado de un hombre de mediana edad que, con un vestidito negro y botas militares, vuelve por fin a casa. Las escasas ventanas iluminadas son exactamente igual de brillantes que el cuarto de luna.

Isabel, que no ha dormido, está de pie ante la ventana de su dormitorio, lleva una camiseta XXL que le llega hasta la mitad de los muslos. La mujer de la coleta pasa de largo ante el hombre del vestido, que está metiendo la llave en la cerradura de la puerta de la calle. El dueño del taller de reparación de calzado levanta la persiana de acero, preparándose para abrir la tienda. ¿Por qué abre tan pronto, quién puede necesitar que le arreglen los zapatos a las cinco de la madrugada?

Ya se aprecian los primeros signos de la primavera. El árbol de delante del edificio de Isabel (un arce plateado, que, según Google, es «desordenado y de raíces poco profundas») tiene unos capullos pequeños y duros que pronto se abrirán en hojas de cinco puntas, normales y corrientes


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