Es un edificio colonial de dos plantas, un antiguo colegio británico en el barrio del puerto, cerca de la aduana marítima -la alfándega, así la llamamos aquí, no sé si por influencia del portugués o del gallego-; en la planta baja hay una lencería, una clínica dental y una acogedora, y abarrotada, tienda de libros de lance; allí estaban en otros tiempos los despachos y el refectorio de la selecta Clifford School; un cartel discreto anuncia con letras apenas legibles, en la segunda planta, MUDANZAS PANERO, adonde se accede por una herrumbrosa puerta metálica muy estrecha, entre las cristaleras de la clínica y la librería. Tiene dos timbres y solo en el de la derecha hay pegada una borrosa etiqueta que pone Panero. Parece la entrada a un túnel, un tabuco para guardar herramientas o la mazmorra en la que el dentista interviene a los pacientes más ruidosos; pero se abre a una amplia escalera de piedra que lleva al segundo piso, donde hay dos puertas: la de la izquierda (allí estuvo el dormitorio de los internos) permanece cerrada con llave, nadie sabe qué hay ahora en su interior, y los de Mudanzas Panero la llaman La Catacumba; la otra es la de los supuestos trajineros a los que jamás se ha visto transportar un mueble o ni siquiera un paquete, por más que a veces alguno lleve un portafolios de cuero.
Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 1.491. CUALQUIER COSA PEQUEÑA / RAFAEL REIG
Es un edificio colonial de dos plantas, un antiguo colegio británico en el barrio del puerto, cerca de la aduana marítima -la alfándega, así la llamamos aquí, no sé si por influencia del portugués o del gallego-; en la planta baja hay una lencería, una clínica dental y una acogedora, y abarrotada, tienda de libros de lance; allí estaban en otros tiempos los despachos y el refectorio de la selecta Clifford School; un cartel discreto anuncia con letras apenas legibles, en la segunda planta, MUDANZAS PANERO, adonde se accede por una herrumbrosa puerta metálica muy estrecha, entre las cristaleras de la clínica y la librería. Tiene dos timbres y solo en el de la derecha hay pegada una borrosa etiqueta que pone Panero. Parece la entrada a un túnel, un tabuco para guardar herramientas o la mazmorra en la que el dentista interviene a los pacientes más ruidosos; pero se abre a una amplia escalera de piedra que lleva al segundo piso, donde hay dos puertas: la de la izquierda (allí estuvo el dormitorio de los internos) permanece cerrada con llave, nadie sabe qué hay ahora en su interior, y los de Mudanzas Panero la llaman La Catacumba; la otra es la de los supuestos trajineros a los que jamás se ha visto transportar un mueble o ni siquiera un paquete, por más que a veces alguno lleve un portafolios de cuero.
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