SPQR, Mary Berad, p. 424
¿«Buenos emperadores» y «malos
emperadores»?
La historia convencional de los
casi dos siglos de autocracia entre Tiberio y Cómodo, aquellos catorce
emperadores que desfilaron a lo largo de tres dinastías imperiales, se centra
en las virtudes y los vicios del ocupante del trono, y en su uso y abuso del
poder autocrático. Es difícil imaginar la historia de Roma sin Nerón «tañendo
mientras ardía Roma» (más exactamente, tocando irresponsablemente la lira
mientras la ciudad quedaba destruida por un descomunal incendio en el año 64 d.
C.), fallando chapuceramente en su intento de asesinar a su madre haciendo que
se ahogase en una barca extremadamente frágil (una peculiar mezcla de
ingenuidad, crueldad y disparate) o torturando a los cristianos, como si fueran
los culpables del gran incendio: la primera de una serie de esporádicas
reacciones violentas contra la nueva religión. Sin embargo, Nerón es solo uno
del extenso repertorio de las diferentes versiones de sadismo imperial.
La imagen del emperador Cómodo,
vestido de gladiador y amenazando a los senadores sentados en las primeras
filas del Coliseo mientras blandía ante ellos la cabeza de un avestruz
decapitada, resume a la perfección el ridículo sadismo de la autocracia corrupta.
Un testigo presencial, que describió el incidente, admite que estaba
aterrorizado pero, al mismo tiempo, tuvo que reprimir un peligroso ataque de
risa arrancando unas hojas de laurel de la corona que llevaba y metiéndoselas
en la boca para sofocar las carcajadas. Las excentricidades del huraño Tiberio
en su piscina de la isla de Capri, donde según decían empleaba a muchachos
(«pececitos») para que le mordisqueasen los genitales bajo el agua, apuntan a
la sexualidad coercitiva del poder imperial. Las escenas se recrean con regodeo
en la película Calígula de Bob Guccione de la década de 1970. Todavía más
espeluznante es la historia de cómo convirtió Domiciano el sadismo en un
pasatiempo solitario. De él se decía que se encerraba solo en su habitación y
se pasaba las horas torturando moscas y matándolas con su cálamo. “¿Hay alguien
ahí con el emperador?», inquirió alguien en una ocasión. «Ni siquiera una
mosca», respondió bruscamente un cortesano.
Hay también algunos ejemplos de
destacada virtud imperial. Los Pensamientos filosóficos de Marco Aurelio, por
más cliché que sean («No actúes como si fueras a vivir diez mil años. La muerte
se cierne sobre ti»), hoy en día siguen sumando admiradores, compradores y
defensores, desde gurús de la autoayuda hasta el ex presidente de Estados
Unidos, Bill Clinton.
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