JUANITO SANTA CRUZ
LAS noticias más remotas que
tengo de la persona que lleva este nombre me las ha dado Jacinto María
Villalonga, y alcanzan al tiempo en que este amigo mío y el otro y el de más
allá, Zalamero, Joaquinito Pez, Alejandro Miquis, iban a las aulas de la
Universidad. No cursaban todos el mismo año, y aunque se reunían en la cátedra
de Camús, separábanse en la de Derecho Romano: el chico de Santa Cruz era
discípulo de Novar, y Villalonga de Coronado. Ni tenían todos el mismo grado de
aplicación: Zalamero, juicioso y circunspecto como pocos, era de los que se
ponen en la primera fila de bancos, mirando con faz complacida al profesor
mientras explica, y haciendo con la cabeza discretas señales de asentimiento a
todo lo que dice. Por el contrario, Santa Cruz y Villalanga se ponían siempre
en la grada más alta, envueltos en sus capas y más parecidos a conspiradores
que a estudiantes. Allí pasaban el rato charlando por lo bajo, leyendo novelas,
dibujando caricaturas o soplándose recíprocamente la lección. cuando el
catedrático les preguntaba. Juanito Santa Cruz y Miquis llevaron un día una
sartén (no sé si a la clase de Novar o a la de Uribe, que explicaba Metafisica)
y frieron un par de huevos. Otras muchas tonterías de este jaez cuenta Villalonga,
las cuales no copio por no alargar este relato. Todos ellos, a excepción de
Miquis que se murió el 64 soñando con la gloria de Schiller, metieron infernal
bulla en el célebre alboroto de la noche de San Daniel.
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