Todo esto
sucedió, más o menos. De todas formas los partes de guerra son bastante más fieles a la
realidad. Es cierto que un individuo al que conocí fue fusilado, en Dresde, por
haber cogido una tetera que no era suya. Igualmente cierto es que otro individuo,
al que también conocí, había amenazado a sus enemigos personales con matarlos
por medio de pistoleros alquilados. Y así sucesivamente. He cambiado los
nombres de los personajes.
Es cierto que
volví a Dresde, con dinero de Guggenheim (Dios le bendiga), en 1967. La ciudad
se parecía un poco a Daylon, Ohio,
aunque con muchos más espacios libres. Su suelo debía de contener toneladas de
harina de huesos humanos.
Volví allí con
un viejo camarada de la guerra. Bernard V. O'Hare, y nos hicimos amigos de un taxista
que nos llevó hasta el matadero donde nos habían encerrado una noche como
prisioneros de guerra, Su nombre era Gerhard Müller y nos dijo que había sido prisionero
de los americanos durante algún tiempo. Le preguntamos qué tal se vivía bajo el
comunismo, y respondió que al principio era terrible –pues todo el mundo tenía
que trabajar muchísimo, aparte de que no había ni cobijo ni alimentos ni ropas
adecuadas-. pero que ahora las cosas estaban mucho mejor. Tenía un apartamento,
pequeño aunque muy agradable, y su hija recibía una educación excelente. Una madre
quedó calcinada en el bombardeo de Dresde. Tal como lo digo.
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