Te quiero más que a la salvación de mi alma
PALINDROMIA
De El día de mañana, de Ignacio Martínez de Pisón, p.308-309
Mis padres no sólo no faltaban a ningún congreso sino que formaban parte del comité organizador, dice NoeI León. La Asociación estaba dividida en secciones territoriales, y mis padres se ocupaban de Cataluña y Aragón. El congreso más antiguo del que conservo recuerdos es uno que organizaron precisamente ellos en Sagás. En realidad, Sagás fue sólo la sede oficial del congreso. Allí tuvo lugar el acto de inauguración, pero el resto del congreso se desarrolló en Berga, porque Sagás era tan pequeño que ni siquiera tenía un hostal en el que pudieran hospedarse los veinticinco o treinta congresistas. Los congresos se celebraban siempre en fin de semana. Para las reuniones servía cualquier saloncito con tal de que hubiera una mesa, unas sillas de tijera, una pizarra grande y un trípode en el que colocar un panel con el escudo de la Asociación (que incluía la inevitable leyenda: «Sé verla al revés»). El sábado por la mañana había ponencias, coloquios y presentación de publicaciones. El acto central, el de la propuesta y autentificación de nuevos palindromos, ocupaba buena parte de la tarde. A lo largo de esas dos o tres horas, los congresistas iban, uno detrás de otro, sometiendo a la consideración del comité (comúnmente llamado la Mesa) los palíndromos creados durante la temporada. Se levantaba un señor y escribía en la pizarra unas cuantas frases del tipo: «Óigole ese elogio», «Amo la pacífica paloma”, “Yo dono rosas, oro no doy», etcétera. Entonces los miembros de la mesa consultaban listados y repertorios, y, una vez comprobada la originalidad de los palíndromos, certificaban oficialmente su autoría, lo que garantizaba su inclusión en la furura Gran Enciclopedia Palindrómica.
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