Durante buena parte de la mitad de este siglo y, sobre todo, en su última mitad, floreció en Nueva York, en el ejercicio de su profesión, un doctor que gozó de una excelente posición dentro de la consideración general que se concede en los Estados Unidos a los miembros distinguidos del cuerpo médico. La profesión de médico ha sido allí siempre muy honrada y ha pugnado con más tenacidad que en cualquier otra parte por merecer el calificativo de "liberal". En un país donde, para obtener una posición en sociedad, resulta indispensable que uno se gane sus ingresos, o haga creer que se los gana, el arte de curar parece combinar en alto grado las dos fuentes de crédito reconocidas. Pertenece al terreno de lo práctico, lo que en sí ya es una gran recomendación en los Estados Unidos, y está iluminada por la luz d ela cienica, mérito éste muy apreciado en una comunidad en la que el amor al conocimiento no siempre ha estado acompañado del ocio y de oportunidades propicias.
El hecho de que la sabiduría y la habilidad práctica del doctor Sloper estuvieran perfectamente equilibradas era uno de los elementos que más influía en su reputación. Puede decirse que era un médico eminente, pero en sus recetas no había nada abstracto, pues siempre ordenada que el enfermo tomara algo.
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