Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Doctor Samuel Jean Pozzi en casa


El hombre de la bata roja, Julian Barnes, p. 136

En 1882, Sargent envió Doctor Samuel Jean Pozzi en casa a la Royal Academy de Londres, donde no causó el menor impacto. Pero el tiempo transcurría a su favor, no al de Montesquiou. Henry James, que entretanto había conocido y hospedado al modelo del pintor, habló del artista en un artículo para Harper's Magazine en 1887 ( revisado en 1893). Señala en primer lugar que Sargent había tenido la suerte de pintar a más mujeres que hombres, y que «por consiguiente había tenido pocas oportunidades de reproducir esas ínfulas generalizadas con las que su visión de determinadas figuras masculinas dota al modelo». Esto parece un taimado demérito, pero inmediatamente James cita como retratos de varones el de Carolus-Duran y el de Pozzi, los más bellos de Sargent; del último decía que era «espléndido» y «un ejemplo admirable» de esta faceta del arte del pintor:

En los dos casos el modelo ha sido un apuesto ejemplar pictórico, uno de los que nos parecen hechos para ser retratados (lo cual no se puede decir en absoluto de todos), como se ve especialmente, por ejemplo, en las hermosas manos y las muñecas con volantes de Carolus, cuyo bastón descansa entre sus hermosos dedos como si fuera el puño de un estoque.

Por si hubiera alguna duda,James prosigue:

He mencionado su espléndido Dr Pozzi, a cuya bellísima cabeza, todavía joven, y a su postura ligeramente artificial les ha conferido un toque tan francés que se le disculparía si reincidiera en hacerlo, aun con el más débil pretexto. Este caballero posa con su brillante bata roja con la prestance de un magnífico Van Dyck.

James reflexiona en el mismo artículo sobre Madame X de Sargent. Lo denomina «un experimento de gran originalidad » en el que «el pintor ha tenido [ ... ] con respecto a lo que Ruskin llamaría el "acierto" de su tentativa, la valentía de su opinión». El «excesivo escándalo» que el cuadro suscitó cuando lo exhibieron lo desestima

como una idea suficientemente divertida a la luz de algunas manifestaciones del esfuerzo plástico que todos los años patrocina el Salón. Esta espléndida pintura,  de concepción noble y ejecución magistral, presta a la figura representada algo del altorrelieve de la imagen esculpida en grandes frisos. Como se suele decir, no tienes elección, es un cuadro que sabes de inmediato si te gusta o te disgusta. El autor nunca ha llegado tan lejos en audacia y consistencia.

James a menudo formula sus elogios de un modo demasiado complicado para ser inequívocos; los envuelve, por así decirlo, en una especie de plástico de burbujas, pero estoy casi seguro de que en este caso expresa una aprobación enérgica.


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