Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

AMOR


Los seres felices, Marcos Giralt Torrente, p. 75
Hablamos mucho al principio. Igual que buceamos en nuestros armarios para vestirnos o que se improvisan planes para que parezca que somos personas de recursos, ocupamos el espacio con cantidad de palabras, grandilocuentes o sentidas, graciosas o enigmáticas, con las que tejemos una tupida red destinada a atrapar al otro. Apenas quieren decir nada. Como las prendas que nos ponemos, o los lugares que por primera vez visitamos fingiendo conocerlos de siempre, no son sino una representación. La realidad no viene hasta después, cuando el triunfo es nuestro o, por el contrario, fracasamos, y otra vez empezamos a vestirnos con las cuatro camisas queridas, a ir a los mismos bares de siempre y a hablar sin que nos importe que lo que digamos no guste o sea inconveniente. Y, sin embargo, no creemos engañar a nadie en esos momentos porque la ficción que así construimos es tan propia de nosotros como aquello a lo que sustituye. Puede, incluso, que más. Puede que la ficción sea lo que habitamos a diario y no las imágenes que de nosotros forjamos con el deseo.
No, por supuesto que yo no ahorré ninguna de esas estrategias con Marta. Me cubrí de una apariencia mundana y canalla, ingeniosa y despreocupada, y me propuse hacerle olvidar que antes de mí existió algo y que después también lo habría. Me disfracé de lo que querría haber sido y aparenté una soltura, un tesón y una ambición que no eran mías. La llevé de aquí para allá, le enseñé lo que sabía y lo que sólo sospechaba. Durante los primeros tiempos, no hicimos otra cosa que estar juntos. Salíamos todas las noches, veíamos películas, cenábamos en restaurantes, y por la mañana, si era imprescindible, íbamos a la universidad o, si no, prolongábamos el sueño. A veces, por la tarde, cuando no seguíamos en la cama mirándonos a los ojos y durmiendo a ratos hasta el anochecer, íbamos a pasear y entrábamos en  exposiciones o robábamos libros que no teníamos tiempo de leer.

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