Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

VECINOS


La vida a ratos, Juan José Millás, p. 75
LUNES. Me cuentan la historia de dos ancianos que viven solos en pisos contiguos. Un anciano y una anciana, para ser exactos. Ambos se quedaron viudos el mismo año, hace cinco. Cada uno acompañó al otro cuando el fallecimiento de su cónyuge. Los velaron en el mismo tanatorio, el de la M-30 de Madrid, aunque en salas distintas. No lo hicieron por amistad, sino por vecindad. Llevan toda la vida en el mismo edificio, vieron crecer a sus respectivos hijos y los vieron irse de casa. De pequeños, esos hijos jugaron juntos en el patio del bloque, lo que aproximó a los padres durante una época. Cuando los hijos tomaron rumbos distintos, los padres regresaron a los buenos días y a las buenas tardes de siempre. No intimaron nunca, no tuvieron problemas de vecindad tampoco, eran gente educada y poco ruidosa. Vivían en dimensiones diferentes de la realidad, separadas por el tabique que dividía sus casas.
Y bien, solos y viudos, continuaban guardando la relación distante de siempre. Pero empezaron a comunicarse secretamente a través de las cisternas de sus respectivos cuartos de baño. Cuando ella tiraba de la cadena de la suya, él esperaba unos segundos y tiraba de la propia. Poco a poco, sin hablarse, establecieron un código marcado por estas descargas de agua. Siempre que él hacía sonar su cisterna, ella hacía sonar la suya, y al revés. De este modo, cada uno sabía que el otro estaba vivo.
Un día, a las diez de la mañana, él usó su retrete y accionó el mecanismo. Tras esperar primero unos segundos y luego unos minutos, le extrañó no escuchar la respuesta del piso de aliado. Estuvo inquieto toda la mañana y hacia el mediodía, antes de calentar los garbanzos de lata que había seleccionado para comer, volvió a tirar de la cadena sin obtener respuesta. Dudó    media hora más y llamó al 112.
-Creo que a mi vecina le ha pasado algo -dijo.
No se atrevió a explicar en qué basaba su suposición, pero insistió tanto que la Policía Municipal se acercó. Tras llamar varias veces al timbre sin obtener respuesta ni escuchar movimiento alguno al otro lado, avisaron a los bomberos, que manipularon la cerradura y entraron en el piso, donde hallaron a la mujer muerta en el pasillo. Parece ser que venía de la cocina y se dirigía al cuarto de baño, quizá para contestar a su vecino.

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