Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 931. LA MUERTE DE JESUS / JM COETZEE


Es una fría y despejada tarde de otoño. Él observa un partido de fútbol que se desarrolla en el terreno verde que hay detrás del edificio de departamentos. Habitualmente es el único  espectador de esos partidos que juegan los niños vecinos, pero hoy dos personas desconocidas se han puesto también a mirar: un hombre vestido con un traje oscuro y una muchacha con uniforme escolar.
La pelota traza una curva y cae en la punta izquierda, donde juega David. El niño se adueña de la pelota, esquiva sin esfuerzo al defensor que sale para marcarlo y eleva la pelota hacia el centro. El tiro desborda a todos, desborda al arquero y cruza la linea de gol.
En esos partidos que se juegan durante la semana no hay verdaderos equipos. Los chicos se agrupan corno les parece; unos llegan, otros se van. A veces hay treinta en la cancha; otras veces, cinco o seis. Hace tres años, cuando David se unió al grupo, era el más pequeño en edad y en tamaño. Ahora está entre los más grandes; muy ágil y hábil con los pies pese a su estatura, pícaro además de veloz.
En el partido se produce una pausa. Los dos desconocidos se acercan a él; el perro que dormita a sus pies se despierta y levanta la cabeza.
-Buen día -dice el hombre-. ¿Cómo se llaman los equipos?
-Solo es un partido improvisado entre los niños del vecindario.
-No son malos. ¿Usted es el padre de alguno?

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