Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 936. DENKBILDER / WALTER BENJAMIN


NÁPOLES
Hace algunos años, un clérigo era conducido en un carro a través de las calles de Nápoles acusado de abuso moral. Se lo seguía en medio de maldiciones. En una esquina, apareció un cortejo nupcial. El clérigo se levanta, hace el signo de la bendición y todo lo que va detrás del carro cae de rodillas. En esta ciudad, la tendencia del catolicismo a restablecerse a partir de cualquier situación es tan incondicional que, si desapareciera de la superficie de la tierra, tal vez el último lugar no sería Roma sino Nápoles.
En ninguna parte este pueblo puede vivir con tanta tranquilidad su profusa barbarie, nacida del corazón mismo de la gran ciudad, como en el seno de la Iglesia. Necesita del catolicismo porque junto con él se extiende una leyenda, el aniversario de un mártir, por encima de sus excesos, legalizándolos incluso. Aquí nació Alfonso de Ligorio, el Santo, quien flexibilizó la práctica de la Iglesia Católica para atender con pericia las artes de la delincuencia y la prostitución, controlando estas artes con penitencias más severas o más indulgentes en la confesión, sobre la cual escribió un tratado en tres tomos. Sólo la Iglesia, no la policía es capaz de hacer frente a la  autonomía de la delincuencia, la camorra.

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