Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

TEOLOGIA MORAL

El amor del revés, Luigsé Martín, p. 28-29
Separaba la “consumada según la  naturaleza” de la “consumada contra  naturaleza”. En el primer tipo -ordenadas de menor a mayor gravedad- figuraban la simple fornicación, el estupro, el rapto, el adulterio, el incesto y el sacrilegio carnal. En el segundo tipo aparecían registrados la polución, el onanismo, la sodomía y la bestialidad. En cada una de las secciones se exponían muy detalladamente las nociones básicas, las subclasificaciones y el juicio moral, todo ello expresado con un lenguaje de apariencia médica. En el sacrilegio carnal, por ejemplo, se advertía que podían cometerlo quienes usasen alguna cosa sagrada para fines deshonestos o, “según la opinión de gran número de moralistas, el que cometiera un pecado deshonesto antes de transcurrir media hora, al menos, de haber recibido la sagrada eucaristía”. Un poco menos tiempo del que se necesitaba para poder bañarse sin riesgo después de la digestión.
De los diez pecados posibles, a mí me afectaban sólo dos: la polución -que era como se denominaba en el libro a la masturbación solitaria, puesto que el onanismo exigía una unión sexual entre dos personas- y la sodomía. Uno de ellos, el primero, era tan común entre mis compañeros que me inspiraba menos espanto, a pesar de que los autores advertían tajantemente de que “no es lícito jamás, bajo ningún pretexto, provocar o admitir voluntariamente una polución, ni siquiera para salvar la propia vida”. El segundo, el de la sodomía, era el que me amedrentaba, el que guiaba en aquellos tiempos todas mis pesadillas, pero la Teología moral para seglares le dedicaba sólo dos párrafos. Dos párrafos secos y austeros, casi fríos, que amenazaban incluso con la pena de muerte:
En sentido estricto y perfecto se entiende por tal el cóncúbito carnal entre personas del mismo sexo (inversión sexual). En sentido amplio o imperfecto es el pecado carnal entre personas de diverso sexo en vaso indebido. Ambos casos pueden ser consumados o no consumados, según se llegue o no al acto perfecto y completo. Son de distinta especie la perfecta y la imperfecta, la consumada y la no consumada.

La sodomía es de suyo un pecado gravísimo, por su enorme deformidad y oposición al orden natural. Dios castigó las ciudades nefandas de Sodoma (de donde viene el nombre de sodomía) y Gomarra, que se entregaban a este crimen, arrasándolas con fuego llovido del cielo, y en la Antigua Ley se sancionaba con la pena de muerte. El Código canónico declara ipso Jacto infames a los seglares que hayan sido legítimamente condenados por este crimen. En algunas diócesis es pecado reservado al ordinario del lugar, o sea, que sólo puede absolverse con permiso especial del obispo (aunque sin declarar el nombre del penitente, como es obvio).
En la imagen los Santos Poliecto y Nearco, mártires.

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