Te quiero más que a la salvación de mi alma
JAMESIANA
De Nueva York, de Henry James, p.482
Estaba claro que pensaba de mí que yo era muy inteligente y yo pensé que era bastante sabio por su parte no alardear. Cuando le comenté que no encontraba aquí nada que dibujar que las ciudades rectangulares no lo permitían, etcétera. Etcétera, él me preguntó que por qué no lo intentaba con la gente. ¿Qué gente? ¿La de la Quinta Avenida? Esas tienen aún menos encanto que sus casas, y no me parece que los de la Sexta sean mejores, ni los de la Cuarta, la Tercera, la Séptima o la Octava. ¡Dios Santo! ¡Qué nombres! La ciudad de Nueva York es como una larga suma y sus calles son como columnas de números. ¡Vaya sitio he elegido para vivir! ¡Yo, que odio la aritmética!
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