La última vez que le leí fue en 1968; su elección de esa noche fue un cuento de HJ "The Jolly Corner". La última vez que lo vi fue años má starde, en 1985, en el sótano que hacía de comedor en L'Hôtel de París. Habló con amargura sobre la Argentina y dijo que aun cuando alguine dice que un lugar es el suyoy sostiene que vive allí, en verdad se está refiriendo no al lugar sino a un grupo de pocos amigos cuya compañía lo define como propio. Luego habló de las ciudades que consideraba suyas -Ginebra, Montevideo, Nara, Austin, BBAA- y se preguntó (hay un poema en el que habla de esto) en cuál de ellas habría de morir. Descartó Nara, en Japón, donde "había soñado con una imagen terrible de Buda, a quien no vi sino toqué". "No quiero morir en un idioma que no pueda enteder", dijo. No concebía por qué Unamuno había dicho que anhelaba la inmortalidad. "Alguien que desea la inmortalidad debe estar loco, ¿eh?". (Con Borges, de Alberto Manguel, p.96.)
Cuánta, cuánta tristeza en JLB; qué triste es que el último cuento haya sido La esquina alegre, en El hombre de la esquina rosada. Es una locura la inmortalidad, la mayor; pero la reencarnación, ¿acaso no es una forma de la misma?.
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