Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA HIJA DE JAIRO


El Reino, Emmanuel Carrère, p. 338

De esta historia, me gusta sobre todo la frase: «Señor, no soy digno de recibirte, pero di una sola palabra y mi pequeño estará curado», que en la misa viene a ser: «Señor, no soy digno de recibirte en mi morada, pero di una sola palabra y estaré curado.»

Una historia muy parecida es la del jefe de la sinagoga Jairo, cuya hija de doce años está moribunda. Al igual que el centurión, Jairo pide socorro a Jesús. Éste se dispone a ponerse en camino cuando se abre un paréntesis en el relato. Nota que alguien toca el borde de su manto. Se detiene, pregunta: «¿Quién me ha tocado?» «Nadie en particular», dice Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen.» «No», dice Jesús, «alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí.» Entonces una mujer se arroja a sus pies. Sangra desde hace mucho tiempo por donde sangran las mujeres, pero ella continuamente, y esta impureza permanente convierte su vida en un infierno. «Hija mía», dice Jesús, «tu fe te ha salvado. Ve en paz.» Cerrado el paréntesis, va a reemprender el camino cuando llega de casa de Jairo un criado que porta la terrible noticia: la niña ha muerto. El padre se desploma. «No temas», le dice Jesús. «Si tienes confianza se salvará.» Y por más que le digan lo que diría yo, que es demasiado tarde, que si está muerta está muerta, Jesús va. Al entrar en la casa con el padre y la madre les dice: «No lloréis, no está muerta. Duerme.» Después despierta a la pequeña, que al instante se pone a jugar.


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