Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EMMANUEL CARRERE


El Reino, Emmanuel Carrère, p. 324
Como nos gusta comunicarnos nuestros ensueños eróticos, le envío a Hélene la dirección del sitio acompañada de un e-mail que es, en síntesis, el capítulo que ustedes acaban de leer: apenas lo he pulido un poco. Ella me responde lo siguiente:
«No ha sido fácil de encontrar, tu morena de los dos orgasmos. He tenido que adivinar la clasificación del logaritmo del sitio para que aparezca por fin en la lista de vídeos que ofrecen en pantalla. He seleccionado a las morenas, las masturbaciones, y descartado a las lesbianas, las parejas, las sodomías, las maduras, y no sigo. Durante esta búsqueda me he cruzado con algunas perlas vintage: pornos con puestas en escena, patas de elefante y coños superpeludos salidos directamente de los años setenta, ya te enseñaré. Cuando aparecieron la viñeta y la leyenda, fue un poco como encontrar a una persona de quien te han hablado muy bien con la esperanza de que te hagas amigo de ella. 
»Estoy de acuerdo contigo: es una muchacha muy bonita. Sobre todo, se mueve con gracia. Infunde elegancia a la masturbación: es eso lo que te gusta. Respecto a si es una profesional, es muy difícil de decir. Como tú, creo que no, pero ante todo está claro que goza de verdad. Si finge, lo hace tan bien que ha debido de acordarse de momentos de placer intensos, lo que en sí mismo es una forma de placer (y el secreto de todas las mujeres que han simulado un día u otro). Es muy raro encontrar orgasmos tan convincentes en el porno. Pero no puedo evitar pensar que es muy reconocible en el vídeo y que esos ocho minutos de su vida en Internet son una forma de suicidio social, o de asesinato si es un regalo que ella hace a un amante que los ha colgado en la red. Hay en ello, por encantador que sea observarlo, algo muy cruel.
»También me he preguntado por lo que tú decías en este texto sobre tu deseo. En principio, y lo divertido es que da la impresión de que ni siquiera te das cuenta de ello, es algo completamente sociológico. Si esta chica te gusta tanto es porque en tus fantasías la concibes como una burguesa extraviada entre las proletarias del porno. No voy a reprochártelo: eres así, me gustas así. Y luego, cuando describes el efecto que te producen sus temblores, la expresión de su deleite, dices otra cosa: que lo que te excita por encima de todo es el placer de las mujeres. Tengo suerte. 
San Lucas, de todos modos, tiene mucho aguante.»

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