Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.286. EL LUTHIER DE DELFT / RAMON ANDRES


Detrás de la Nieuwe Kerk de Delft, en la primera casa levantada en un cruce de calles, está lo que buscamos. El taller y la tienda de un constructor de instrumentos musicales, de un luthier, un lugar en el que se obran sonidos, todavía no música. Allí, la madera adquiere forma para dársela al mundo y compensarlo. Una armonía necesaria.

Justo en la mencionada confluencia, cerca de un edificio de no más de tres plantas que discurre paralelo al canal, Carel Fabritius, alumno de Rembrandt y uno de los faros de Jan Vermeer, se situó para esbozar unos apuntes del artesano que espera sentado fuera de su comercio. Era costumbre vender en la calle, ya fueran cuadros, especias, biblias, quesos o jaulas, que en la pintura simbolizaban el amor. Sobre una mesa, a modo de mostrador, un laúd y una viola da gamba aguardan unas manos distintas, aquellas que no desean tener causas con el malvivir ni los apremios.

El cuadro está fechado en 1652; su título, Vista de Delft con el puesto de un vendedor de instrumentos musicales. Una obra que apenas mide lo que una caja de zapatos, un rincón de 15,4 x 31,6 donde cabe una historia. No puede dejar de repararse en el ademán abismado del protagonista, en el gesto que no acertamos a saber si es de incertidumbre o de simple vacío, vigilia de uno mismo. Si creyéramos en el destino, llegaríamos a pensar que ese rostro reflexivo esconde una meditación sobre la muerte, una premonición. Fabritius murió dos años después de pintarlo, muy joven, en medio del estallido de un polvorín, que seguramente debió de tiznar aquel espacio


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