Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

GUERRA


Un reguero de pólvora, Rebecca West, p. 301

En cuanto al gran proceso de Núremberg, el juicio de Göring y de los jerarcas nazis, se ha convertido en un desagradable foco de infección. Discutir al respecto con conocimiento de lo que pasó de verdad durante el juicio es una forma tan segura de volverse impopular como hablar en Inglaterra de asuntos americanos con un conocimiento mínimo de la Constitución de Estados Unidos; en este caso, el punto en que más irritación provocan los informados entre los desinformados es la condena de los acusados miembros de las fuerzas armadas. Los desinformados querían creer que los generales y almirantes nazis fueron juzgados por obedecer órdenes, órdenes como las que podría haber dado cualquier gobierno Aliado a sus almirantes y generales, aunque esto no sea cierto ni en un solo caso. Tan fervientemente desean creérselo los desinformados, que esa creencia debe responder a una profunda necesidad; de hecho, el cinismo acerca del juicio de Núremberg ejerce los mismos efectos sobre los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial que el cinismo acerca del Tratado de Versalles tuvo sobre los de la Primera Guerra Mundial. Si en 1918 fuimos culpables del bloqueo de Alemania tras el cese de las hostilidades, y de condenarla a la hambruna por exigir avarientas reparaciones de guerra, si en 1946 fuimos culpables de condenar a los líderes nazis con cargos falsos, entonces no somos mejores que nuestros enemigos. Si no somos mejores que nuestros enemigos, quienes -en esto hay unanimidad- eran viles, entonces sería pura hipocresía por nuestra parte ir a la guerra por una cuestión moral. Esto no sólo impedirá que desencadenemos una guerra de agresión: hace ridículo que nos defendamos. ¿Qué importancia puede tener que los habitantes de otro país nos invadan para gobernarnos, puesto que no pueden ser peores que nosotros? Es éste un mecanismo que se pondrá en marcha cada vez que un poder victorioso inicie una gran actuación internacional después de una guerra. Podría llamárselo mecanismo defensivo, pero no puede defender a nadie contra nada. Muchos ingleses recurrieron a él en los años veinte y treinta, pero Hitler declaró la guerra de todas formas.


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