Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JACKIE


Conversaciones íntimas con Truman Capote, p. 176

Sí, muy bien. Recuerdo la habitación y la gente. Era en un piso muy pequeño de Park Avenue. Las señoras se habían levantado de la mesa después de cenar y los hombres se quedaron bebiendo coñac y fumando puros; uno de ellos empezó a describir a todas las putas de lujo de Las Vegas con las que había ido y que le habían gustado. Tenía su número de teléfono junto con sus especialidades: lo bien que chupaban penes, cuánto cobraban, cuánto tiempo tardaban, qué tamaño se podían tragar, si hacían buenos trabajos con la lengua, lo grandes que tenían las tetas, todo lo que hacían. A todos les interesaban mucho las tetas. Fue muy desagradable, de esas cosas que le revuelven a uno el estómago. Y el futuro presidente -aún no lo era- hacía de todo menos tomar notas en la agenda. Estaba anotando algo en una servilleta. Pero el que hablaba era su eterno alcahuete. El que solía proporcionarle todas aquellas prostitutas caras con las que Kennedy trataba mucho, mucho, mucho más de lo que la gente  cree. Era un verdadero caso de satiriasis.

¿Y cómo encaraba Jackie el tema?

Lo toleraba, sencillamente. El no lo hacía delante de sus narices. Se las arreglaba para librarse de ella los fines de semana y esas cosas. Por eso compró la casa de Virginia. Ella se quedaba en la casa de Virginia, y la mujer de un industrial extranjero, con quien él mantenía una gran aventura amorosa, volaba a Washington para hacerle una mamada.

¿Y eso lo sabe alguien?



Lo sé yo. Algunas personas lo saben.

Muy bien, volvamos a Jacke de una vez por todas y lleguemos a la raíz de su enfado. ¿Qué ocurrió realmente para que ahora piense esas cosas de ella?

Pues, bueno, todo empezó con su hermana. En realidad no voy a entrar en ello porque es muy largo y muy complicado. Su hermana era una gran amiga mía. Yo me había portado muy bien

con su hermana. Pues bien, Jackie y Lee siempre habían despreciado a Gore. Me refiero a las cosas que me contaron de Gore ... , y cuando Gore presentó la demanda contra mí por lo que yo había dicho en una estúpida entrevista que concedí por hacer un favor a Dotson Rader, porque Dotson Rader tenía un amigo que quería ser escritor, y Dotson, que no era especialmente amigo mío, no dejaba dé llamarme diciéndome que la revista, cualquiera que fuese, le daría trabajo si podía hacerme una entrevista, y Dotson, efectivamente, no dejaba de repetir: «Vamos, por favor, por favor, si lo hicieras ...” Bueno, ya se hace cargo. Así que al final dije: «¡Bueno, y qué más da, por amor de Dios!», aunque resultó que sí importaba, y mucho. En cualquier caso se publicó la entrevista, que era absolutamente ridícula. Me preguntaron si sabía por qué Gore Vida! se había puesto tan en contra de los Kennedy, y contesté: «pues claro, todo el mundo lo sabe.” Y todo el mundo sabía ... lo que George Plimpton y Arthur Schlesinger habían escrito sobre el tema. De manera que repetí esa historia en la entrevista, y Gore, con su histeria demencial y su odio hacia mí, me demandó en seguida reclamando un millón de dólares. Lee fue quien me había contado la historia. Así que mis abogados le pidieron que hiciese una declaración jurada, pero su abogado le dijo que no lo hiciera y, de hecho, le entregó una al abogado de Gore en la que decía que ella nunca me había contado nada parecido. Además, el abogado era el mismo de Gore. Y Jackie respaldó a Lee con su completo silencio. En aquel momento comprendí qué persona tan hipócrita y falsa era Jackie. Me dolió tremendamente. No entendía a Jackie, porque habíamos sido amigos durante mucho tiempo. Así que la próxima vez que la vi, le di un corte que la dejó absolutamente pasmada. Fue en una cena con un pequeño grupo de gente. Dije, y estaba completamente sereno ... , le dije a la anfitriona: «Si me hubieras dicho que iba a estar esa zorra, no habría venido.» Y me di la vuelta y me marché. Usted puede pensar que fue un comportamiento horroroso, cruel y vulgar, y desde luego los que estaban en la habitación se quedaron sobrecogidos ... , pero no lo lamento ni por un instante.

¿Intentó alguna vez hablar directamente con Jackie sobre el asunto?

No. Ella sabía lo que pasaba.


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