Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

OMAIRA


Nuestra parte de la noche, Mariana Enríquez, p. 249
En un pueblo que se llamaba Armero quedaron atrapadas personas en sus casas, esperando que las rescataran. Pero todas las cámaras, en una transmisión medio movida y de colores extraños, enfocaban a una chica de trece años, Omaira -qué nombre más raro, pensó Vicky-, que estaba medio hundida entre escombros y barro; no podía moverse, pero podía hablar y, cuando le pusieron el micrófono, allá en Colombia (¿ dónde queda Colombia?, le preguntó Vicky a Gaspar, y él le dijo en el Caribe, pero no es una isla, es aliado de Venezuela), la chica dijo algo que a Vicky le dio ganas de irse corriendo: le apretó el brazo a Gaspar hasta sacarle un ey, pará, lo que era mucho, a él nunca le dolía nada. La chica, Omaira, dijo: toco con los pies en el fondo la cabeza de mi tía. Su tía muerta ahogada, claro, pensó Vicky, y se imaginó los pies resbalosos apoyados en una cabeza muerta y mecánicamente se ajustó los cordones de las zapatillas.
Durante tres días siguieron mostrando a Omaira, ya no solamente en el noticiero de la tarde: en el del mediodía también.  Vicky la veía cuando volvía de la escuela y a la tarde, cuando regresaba de las clases de gimnasia. La nena sabía que no podían sacarla, pero Vicky no entendía por qué y su mamá, a su manera brutal de médica, le había dicho que la única forma era amputarle una pierna y ahí, en el barro, no estaban dadas “las condiciones de higiene». Omaira decía quiero que ayuden a mi mamá porque se va a quedar solita. Quería ir a la escuela. Tenía miedo porque no sabía nadar y, si el agua la tapaba, se ahogaría. Había cantado. Quería estudiar para un examen de matemáticas. Llamaba a su mamá -estaba lejos, en Bogotá- y le pedía que rezara para que pueda caminar y esta gente me ayude. Le decía que la quería, le decía que ojalá la escuchara, y también decía que quería a su padre. La abuela de Vicky dijo yo no puedo ver esto, qué dignidad esa criatura, no lo tienen que mostrar, y se fue y nunca quiso volver a sentarse frente al televisor para ver a Omaira morirse.

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