Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MARCO ANTONIO


SPQR, Mary Beard, p. 371
Al año siguiente, Octaviano zarpó hacia Alejandría para terminar el trabajo. Marco Antonio, en un acto que a menudo ha sido relatado como una especie de farsa trágica, se apuñaló a sí mismo pensando que Cleopatra ya estaba muerta, aunque vivió lo suficiente para descubrir que no era cierto. Aproximadamente una semana más tarde también ella se suicidó mediante la mordedura de una serpiente que, camuflada en un cesto de frutas, fue introducida en sus dependencias. Según la versión oficial, el motivo fue privar a Octaviano de su presencia en su procesión triunfal: «No pasearé derrotada en ningún triunfo”, se supone que repitió una y otra vez. No obstante, puede que no sea tan sencillo, o tan shakesperiano, como esto. El suicidio mediante mordisco de serpiente es una hazaña difícil de lograr, y en cualquier caso, las serpientes mortíferas más fiables serían demasiado grandes para esconderlas incluso en un gran cesto de frutas. A pesar de que Octaviano se lamentó públicamente de que había perdido el ejemplar más preciado para su triunfo, en privado debió de pensar que la reina le resultaba menos problemática muerta que viva. Como poco, pudo haberle facilitado la muerte, tal como sospechan algunos historiadores modernos. Con Cesarión, dada su supuesta paternidad, no desaprovechó la oportunidad. Tenía dieciséis años cuando fue eliminado.
En el triunfo de Octaviano celebrado en el verano del año 29 a. C. se exhibió una réplica a tamaño natural de la reina en el momento de su muerte, que, incluso de este modo, acaparó la atención de la muchedumbre. Un historiador posterior escribió: «Fue como si estuviera allí con los demás prisioneros”. La procesión fue un espectáculo minuciosamente coreografiado que se prolongó durante tres días, presumiblemente para celebrar las victorias de Octaviano al otro lado del Adriático, en el Ilírico, y contra Cleopatra en Accio y en Egipto. No hubo mención explícita de Marco Antonio ni de ningún otro enemigo de las guerras civiles, ni tampoco se pasearon las sangrientas imágenes de la muerte de romanos que Julio César imprudentemente había desplegado en sus celebraciones quince años antes. Sin embargo, no podía haber ninguna duda acerca de quién había sido en realidad derrotado, ni de cuáles serían las consecuencias del éxito de Octaviano. Aquello fue un ritual de coronación tanto como un desfile de la victoria.

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