Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 877. EL PERFECIONISTA EN LA COCINA / BARNES


UN COCINERO TARDÍO
Empecé a cocinar tarde. En mi infancia, el remilgado proteccionismo habitual rodeaba las actividades de las cabinas electorales, el lecho conyugal y el banco de la iglesia. No advertí la existencia de un cuarto lugar secreto -secreto, al menos, para los chicos- en la familia inglesa de clase media: la cocina. De ella salían mi madre y las comidas -comidas a menudo basadas en la producción del huerto de mi padre-, pero ni él ni mi hermano ni yo hacíamos preguntas, ni se nos alentaba a formularlas, sobre el proceso de transformación. Nadie llegaba hasta el extremo de decir que cocinar era de mariquitas; era tan sólo algo para lo que no servían los varones domésticos. Las mañanas de colegio mi padre preparaba el desayuno -gachas recalentadas con jarabe dorado, beicon, una tostada- mientras sus hijos se dedicaban a lustrarse los zapatos y a las tareas de la cocina- estufa: rastrillar las cenizas, rellenarla de carbón. Pero estaba claro que la competencia culinaria masculina se limitaba a estos escarceos matutinos.

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