Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

11S


Entre paréntesis, Roberto Bolaño, p. 82
Todo hace pensar que entraremos en el nuevo milenio bajo la admonición de la palabra abyecto, que viene del latín abjectus, que significa bajo, humilde, según el sabio Joan Corominas, que vivió sus últimos años en un pueblo de la costa mediterránea, a sólo unos pocos kilómetros de mi pueblo.
El 11 de septiembre de 1973 planea sobre nosotros como el penúltimo cóndor chileno e incluso como un huemul alado, una bestia salida de El libro de los seres imaginarios, escrito por Borges en colaboración con María Guerrero en 1967, en donde hay un capítulo, «Un animal soñado por Kafka», que transcribe literalmente las palabras del escritor de Praga. Dice así: «Es un animal con una gran cola, de muchos metros de largo, parecida a la del zorro. A veces me gustaría tener su cola en la mano, pero es imposible; el animal está siempre en movimiento, la cola siempre de un lado para otro. El animal tiene algo de canguro, pero la cabeza chica y oval no es característica y tiene algo de humana; sólo los dientes tienen fuerza expresiva, ya los oculte o los muestre. Suelo tener la impresión de que el animal quiere amaestrarme; si no, qué propósito puede tener retirarme la cola cuando quiero agarrarla, y luego esperar tranquilamente que ésta vuelva a atraerme, y luego volver a saltar.»
A veces tengo la impresión de que el 11 de septiembre nos quiere amaestrar. A veces tengo la impresión fatal de que el 11 de septiembre nos ha amaestrado de forma irreversible.

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