Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

K.

Angelus Novus, Walter Benjamin, p. 105
Si en el célebre coloquio de Erfurt con Goethe, Napoleón puso la política en el puesto del destino, Kafka –haciendo una variación- hubiera podido definir la organización como destino. Ésta se le presenta no sólo en las vastas jerarquías de funcionarios de El proceso o de El castillo, sino también -en forma aun más tangible- en las difíciles e inescrutables empresas de construcción cuyo modelo ha tratado en La construcción de la muralla china. «La muralla debe constituir una protección para siglos; condiciones fundamentales para la tarea eran por lo tanto la construcción más cuidadosa, la utilización de las experiencias arquitectónicas de todos los tiempos y de todos los pueblos, el sentido de la responsabilidad personal de los constructores. Para los trabajos de menor importancia  se podía emplear gente ignorante del pueblo: hombres, mujeres, niños, todos los que venían a ofrecerse atraídos por la paga; pero para la dirección de cada grupo de cuatro personas era necesario un hombre inteligente, experto en construcciones ... Nosotros -hablo en nombre de muchos- hemos aprendido a conocernos y a reencontrarnos a nosotros mismos sólo al ejecutar las disposiciones de los ingenieros supremos, y hemos comprobado que sin la guía de los jefes ni nuestra cultura escolástica ni nuestro intelecto humano hubieran bastado para la pequeña tarea que nos correspondía en el inmenso proyecto.» Esta organización se asemeja al destino. Meschnikoff, que ha trazado su esquema en el célebre libro La civilización y los grandes ríos históricos, se sirve de expresiones que podrían ser de Kafka. «Los canales del Yang-tse-Kiang y los diques del Hoangho -escribe- son según todas las probabilidades resultado del trabajo común sagazmente organizado de... varias generaciones. La mínima desatención en el excavarniento de un foso o en el apuntalamiento de un dique, la mínima negligencia, el egoísmo de un hombre o de un grupo de hombres respecto al problema de la conservación de la riqueza hidráulica común, se convierte, en condiciones tan especiales, en fuente de desastres y calamidades sociales vastísirnas. Por ello un alimentador fluvial exige con amenazas de muerte una solidaridad estrecha y constante entre masas de población que son a menudo extrañas e incluso hostiles entre sí; condena a cada uno a trabajos cuya utilidad colectiva se hará patente sólo con el tiempo y cuyo plan es a menudo por completo incomprensible para el hombre común." Kafka quería contarse entre los hombres comunes.

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