Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MAS ACCIDENTES

Homo Lubitz, Ricardo Menéndez Salmón, p. 75
-Un accidente -dijo O'Hara- es por definición algo indeseable, que uno no querría sufrir. Pero a todo el mundo, lo confiese o no, le atraen los accidentes. Hay una paradoja ahí. El accidente -anunció mostrando las palmas de sus manos, como un vendedor de gracia- es algo que anhelamos en secreto, la resolución de toda expectativa. Que el paracaídas no se abra tras el salto. Que el monoplaza se desintegre al tomar el piloto una curva. Cualquier accidente es un sumidero. A él van a parar nuestros temores. También nuestros anhelos.
Zhao se permitió un parpadeo y una expresión en su rostro que a O'Hara, a falta de una reflexión más sosegada, le pareció que mostraba la sombra de una duda, un escepticismo que combinaba el marjal con la acidez de estómago, la habitual negligencia de los orientales ante todo conato de explicación.
-El hombre -prosiguió O'Hara- es un animal que disfruta oliendo la sangre en las autopistas. Pasa en su coche, rodeado de su familia, y echa un vistazo a los miembros esparcidos por el pavimento. -Una fea risa le sacudió el pecho, dejando a la vista unos dientes amarillos, grandes y cuadrados, como ventanas iluminadas en la noche-. Luego quizá vomite o, si es un cínico redomado, incluso es posible que se santigüe o acuda a confesarse, pero habrá vivido un segundo de inefable placer al contemplar la carnicería.
-El accidente como lugar de consuelo -dijo Zhao.

-Es una definición plausible -dijo O'Hara-. Algo que te recuerda tu mortalidad, pero que al pasar de largo te protege de la mala suerte. Como la muerte ajena. Que siempre reconforta, porque tú no eres el muerto.

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